Restaurando el cristianismo original—¡para hoy!
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15 de julio de 2024
Queridos hermanos,
Mientras escribía esta carta, dos acontecimientos importantes ocurrieron en Estados Unidos. En primer lugar, la Corte Suprema de Estados Unidos dictó tres decisiones importantes que ponen fin a las principales demandas interpuestas por el régimen de Biden y sus agentes demócratas contra Donald Trump. El segundo gran acontecimiento fue el debate presidencial televisado entre Trump y Biden. El mundo entero vio vívidamente que Joe Biden es mentalmente senil y físicamente incapaz de continuar como presidente. Es obvio que no puede ser presidente por otros cuatro años—¡eso es impensable! Como resultado de su desastroso desempeño, todas las mentiras de los expertos de los medios y los políticos durante los últimos tres años y medio explotaron como vómito en sus caras para que todos las vean y oigan. Los demócratas están tratando desesperadamente de encontrar un candidato que reemplace a Biden. Pero eso será muy difícil, si no imposible, en esta última etapa del ciclo electoral.
Lo que estamos presenciando es exactamente lo que Jesús dijo: “Porque no hay nada escondido que no será manifestado; ni ha tenido lugar alguna cosa secreta, sino que debe salir a la luz” (Marcos 4:22). Tarde o temprano siempre sucede. Satanás es el padre de las mentiras y está engañando al mundo entero. Con todo esto expuesto públicamente, tendremos que esperar y ver qué sucede.
Sabemos que hay muchas profecías que aún necesitan desarrollarse antes de que ocurra el fin real de los tiempos con el regreso de Jesucristo y la resurrección de los santos. Esto significa que ¡todos debemos continuar estando cerca de Dios Padre y de Jesucristo a través de la oración y el estudio guiados por el poder del Espíritu Santo!
El propósito de la Iglesia: Desde sus inicios en 1983, la Iglesia de Dios Cristiana y Bíblica se ha dedicado a Restaurar el cristianismo original—¡para hoy!—el Evangelio original revelado y enseñado por Jesucristo y Sus apóstoles personalmente elegidos y fielmente preservado en la Biblia inspirada por Dios. Creemos y practicamos la Palabra de Dios, inspirada y preservada en la Santa Biblia—Antiguo y Nuevo Testamento. Por lo tanto, somos escrituralistas. Esto significa que seguimos estrictamente la Biblia y nos esforzamos por recuperar el verdadero significado de la Palabra de Dios comparando Escritura con Escritura— para probar todas las cosas. La Palabra de Dios es la verdad de Dios, del Dios de verdad, y debemos vivir “de cada palabra que procede de la boca de Dios”, como dijo Jesús (Mateo 4:4; Lucas 4:4).
Como resultado, no aceptamos, enseñamos ni practicamos “tradiciones de hombres”—independientemente de sus afirmaciones (ya sean del judaísmo, el catolicismo, el protestantismo o cualquier otra religión). En el siglo XVI, el grito de batalla fundacional del protestantismo original fue sola scriptura, que significa “las Escrituras y sólo las Escrituras”. Sin embargo, hoy, más de 500 años después, ese lema original ha sido olvidado e ignorado por mucho tiempo por los protestantes—y rechazado por los católicos. Como hemos sido testigos a lo largo de los años, toda la cristiandad ortodoxa se ha extraviado y ahora simplemente practica enseñanzas, filosofías y tradiciones paganas “cristianizadas”. Como nos muestra el Nuevo Testamento, estas “prácticas del anticristo” comenzaron a extenderse en los últimos días de los apóstoles originales.
En el tiempo previo a la destrucción de Jerusalén y el segundo templo en el año 70 d.C., la subversión de las iglesias de Dios por parte de falsos ministros con falsas enseñanzas estaba ganando impulso. En su urgente epístola, el apóstol Judas, hermano de Jesús, dio la alarma de que esta insidiosa apostasía estaba ganando poder: “Amados, cuando estaba personalmente ejerciendo toda mi diligencia para escribirles concerniente a la común salvación, fui impulsado a escribirles, exhortándolos a pelear fervientemente por la fe, la cual una vez por todo tiempo ha sido entregada a los santos. Porque ciertos hombres se han deslizado sigilosamente, aquellos de quienes hace tiempo ha sido escrito, condenándolos a este juicio. Ellos son hombres impíos, quienes están pervirtiendo la gracia de nuestro Dios, convirtiéndola en libertinaje, y están negando personalmente al único Señor Dios y a nuestro Señor Jesucristo” (Judas 3-4).
Por lo tanto, la misión de la Iglesia de Dios Cristiana y Bíblica es emprender fielmente la Restauración del Cristianismo Original—¡para hoy! Esto significa un retorno a la adoración auténtica de Dios en espíritu y en verdad—una relación personal profunda con Dios el Padre y Jesucristo. Además de nuestras numerosas publicaciones, nuestro sitio web laVerdaddeDios.org ofrece estudios en video y audio sobre una amplia gama de temas Bíblicos diseñados para ayudar a cualquier persona a comprender plenamente las enseñanzas fundamentales de la Biblia y el cristianismo apostólico fundado por Jesús.
Nuestro sitio web está diseñado para ayudar a cualquier persona a progresar desde enseñanzas bíblicas básicas hasta estudios detallados más avanzados. Contamos con estudios profundos, versículo por versículo, de casi todos los libros del Nuevo Testamento. Además, tenemos una gran cantidad de mensajes y análisis de la profecía Bíblica para el fin de los tiempos. Todos los temas están interconectados para que pueda ingresar a cualquier nivel de estudio y pasar con facilidad de un tema a otro.
El tema Restaurando el cristianismo original—¡para hoy! le dice a la gente exactamente lo que estamos haciendo. Al enfatizar la Palabra de Dios—y sólo la Palabra de Dios—más personas se sentirán atraídas al verdadero cristianismo. Al igual que en política, la gente está harta y cansada de las mismas viejas enseñanzas e hipocresías del cristianismo ortodoxo. Algunos están recurriendo a otras religiones o al ateísmo, la brujería y el satanismo. Pero muchos realmente están buscando al Dios verdadero y al verdadero Jesucristo.
Es por eso que no sólo debemos alimentar el rebaño de Dios—enseñar y preparar a los hermanos para el regreso de Cristo y el Reino de Dios—sino que también debemos predicar el Evangelio a todas las naciones. Jesús ordenó: “Entonces los once discípulos fueron a Galilea, a la montaña en la cual Jesús les había señalado para reunirse con Él. Y cuando lo vieron, lo adoraron; pero algunos dudaban. Y Jesús vino y les habló, diciendo, ‘Toda autoridad en el cielo y sobre la tierra Me ha sido dada a Mí. Por tanto, vayan y hagan discípulos en todas las naciones, bautizándolos dentro del nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; Enseñándoles a observar todas las cosas que les he mandado. Y he aquí, Yo estoy con ustedes siempre, incluso hasta la terminación de los siglos” (Mateo 28:16-20).
Después de que Jesús ascendió al trono de Dios para presentarse como el sacrificio perfecto por los pecados del mundo, se apareció ese mismo día a los discípulos. En ese momento Él abrió sus mentes para entender las Escrituras y amplió Sus instrucciones sobre cómo predicar el Evangelio al mundo: “Y les dijo, “Estas son las palabras que les hablé cuando estaba aún con ustedes, que todas las cosas que fueron escritas concerniente a Mí en la Ley de Moisés y en los Profetas y en los Salmos deben ser cumplidas.” Entonces les abrió sus mentes para entender las Escrituras, y les dijo, “De acuerdo a como está escrito, era necesario para el Cristo sufrir, y resucitar de los muertos al tercer día. Y en Su nombre, arrepentimiento y remisión de pecados deberían ser predicados a todas las naciones, comenzando en Jerusalén. Porque ustedes son testigos de estas cosas” (Lucas 24:44-48).
En el día 40 después de su resurrección, Jesús se apareció a los apóstoles por última vez. Estas fueron Sus últimas palabras justo antes de ascender al cielo: “Así entonces, cuando estaban reunidos, le preguntaron, diciendo, “Señor, ¿restaurarás el reino de Israel en este tiempo?” Y Él les dijo, “No es para ustedes saber los tiempos o las temporadas, las cuales el Padre ha establecido en Su propia autoridad; pero ustedes mismos recibirán poder cuando el Espíritu Santo haya venido sobre ustedes, y serán Mis testigos, en Jerusalén y en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra” (Hechos 1:8).
La frase “hasta los confines de la tierra” es claramente una profecía para toda la Iglesia de Dios desde ese momento hasta el regreso de Jesús. Debemos enseñar y predicar la Palabra de Dios—el Evangelio del Reino de Dios—llegando “hasta los confines de la tierra”. Cuando los apóstoles murieron, obviamente no habían ido “hasta los confines de la tierra” con el Evangelio. Jesús profetizó que el Evangelio, la Palabra de Dios, sería publicada en todo el mundo antes de que llegara el fin: “...pero el fin no es aun.… Y el Evangelio debe primero ser publicado entre todas las naciones” (Marcos 13:7, 10). Hoy en día, la Biblia ha sido traducida y publicada en más de 3,000 idiomas.
Cuando combinamos estas dos Escrituras entendemos que lo que Jesús ordenó fue, de hecho, una misión eterna para las iglesias de Dios hasta que Él regrese. Mi oración continua es que todos los ministros y todos los hermanos en todas las diversas iglesias de Dios se rindan ante Dios el Padre y Jesucristo y cumplan fielmente estos mandamientos de Jesús.
Jesús comenzó Su ministerio en Galilea “...proclamando el evangelio del reino de Dios, y diciendo, “El tiempo ha sido cumplido, y el reino de Dios está cerca a la mano; arrepiéntanse, y crean en el evangelio” (Marcos 1:14-15). El mensaje de los cuatro Evangelios, así como el resto del Nuevo Testamento, define para las iglesias de Dios lo que debemos predicar y enseñar hasta que Cristo regrese.
Cada uno de nosotros tiene un papel en la predicación del Evangelio del Reino de Dios, a través de nuestras vidas como luces para el mundo y también por lo que hacemos como parte de la Iglesia de Dios. Jesús prometió: “Y este evangelio del reino será proclamado en todo el mundo para testimonio a todas las naciones; y luego vendrá el fin” (Mateo 24:14). En los últimos años, al no entender lo que estaba sucediendo en las iglesias de Dios, muchos ministros y hermanos han pensado que esta advertencia sería dejada para los Dos Testigos. Si bien es cierto que tendrán un trabajo tremendo, nunca debemos asumir que podemos sentarnos y relajarnos y no predicar el Evangelio—dejándolo en manos de los Dos Testigos. Hacerlo sería un gran abandono de nuestro deber ante Dios.
El apóstol Pablo entendió que Dios le había dado la responsabilidad de predicar el Evangelio, como explicó a los corintios: “Porque aunque predico el evangelio, no hay razón para mí de jactarme porque una obligación ha sido puesta sobre mí. Y ¡ahí de mí, si no predico el evangelio! Porque si hago esto voluntariamente, tengo una recompensa; pero si hago esto contra mi voluntad, he sido confiado con un ministerio” (I Corintios 9:16-17). Pablo también entendió que su ministerio era una mayordomía—un encargo sagrado que Dios le había confiado: “[C]ada hombre considérenos como ministros de Cristo y administradores de los misterios de Dios. Más allá de eso, es requerido de los administradores que uno sea encontrado fiel” (I Corintios 4:1-2). Necesitamos ver nuestro llamado de la misma manera—una mayordomía, un llamado de fidelidad—porque Dios el Padre y Jesucristo han elegido personalmente habitar en nosotros a través del poder del Espíritu Santo (Juan 14:21-24).
Por lo tanto, mientras vivimos en el mundo, no somos parte del mundo. Este hecho es especialmente evidente durante las temporadas de fiestas mundanas. No debemos ser partícipes de las costumbres y religiones del mundo. Pablo advirtió sobre esto cuando escribió: “No se unan desigualmente con incrédulos. Porque ¿qué tienen en común la justicia y la ilegalidad? Y ¿qué compañerismo tiene la luz con la oscuridad? Y ¿qué unión tiene Cristo con Belial? O ¿qué parte tiene un creyente con un incrédulo? Y ¿qué acuerdo hay entre un templo de Dios y los ídolos?
“Porque ustedes son un templo del Dios vivo, exactamente como dijo Dios: “Viviré en ellos y caminaré en ellos; y seré su Dios, y ellos serán Mi pueblo. Por tanto, salgan de en medio de ellos y sepárense,” dice el Señor, “y no toquen lo impuro, y Yo los recibiré; y seré un Padre para ustedes, y ustedes serán Mis hijos e hijas,” dice el Señor Todopoderoso… Ahora entonces, amados, ya que tenemos estas promesas, deberíamos limpiarnos nosotros mismos de toda profanación de la carne y el espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios” (II Corintios 6:14-18; 7:1).
Por lo tanto, debemos ser fieles porque hemos sido llamados a la vida eterna, a ser parte de la Familia de Dios—a convertirnos en seres espirituales inmortales al regreso de Cristo a través de la primera resurrección. Recuerde siempre, Jesús nos ama—¡murió por nosotros como el sacrificio perfecto para perdonar nuestros pecados! ¡El Padre nos ama!—y responde nuestras oraciones. Es por eso que debemos orar directamente a Dios Padre, como dijo Jesús: “[P]edirán en Mi nombre; y no les digo que rogaré al Padre por ustedes, porque el Padre mismo los ama [y por eso los oye], porque ustedes Me han amado, y han creído que salí de Dios” (Juan 16:26- 27).
Note nuevamente cómo Juan enfatizó el fantástico amor que Dios tiene hacia nosotros: “¡He aquí! ¡Que glorioso amor nos ha dado el Padre, que deberíamos ser llamados los hijos de Dios! Por esta misma razón, el mundo no nos conoce porque no lo conoció a Él. Amados, ahora somos los hijos de Dios, y no ha sido revelado aun lo que seremos; pero sabemos que cuando Él sea manifestado, seremos como Él, porque lo veremos exactamente como Él es. Y todo el que tiene esta esperanza en Él se purifica a sí mismo, incluso como Él es puro” (I Juan 3:1-3).
Todo esto se debe al amor de Dios—Su amor por nosotros primero—como también escribió Juan: “Porque Dios amó tanto al mundo, que dio Su único Hijo engendrado, para que todo el que crea en Él no pueda perecer, sino pueda tener vida eterna” (Juan 3:16).
Para recibir la vida eterna, debemos acercarnos a Dios en Sus términos. No vamos a Dios en nuestros términos. Cuanto más vivimos con el Espíritu de Dios dentro de nosotros, junto con la oración diaria continua y el estudio de la Palabra de Dios, crecemos en el amor de Dios y crecemos en nuestro entendimiento de la profundidad del amor de Dios por nosotros. Juan entendió esto más que los otros apóstoles porque él era a quien Jesús amaba particularmente. Es por eso que su Evangelio y sus Epístolas nos enseñan más sobre el amor de Dios que cualquier otro libro de la Biblia.
Para explicar con más detalle el amor de Dios por nosotros, Juan escribió: “En esta manera el amor de Dios fue manifestado hacia nosotros: que Dios envió Su único Hijo engendrado al mundo, para que pudiéramos vivir a través de Él. En este acto está el amor—no que nosotros amamos a Dios; sino, que Él nos amó y envió a Su Hijo para ser la propiciación por nuestros pecados. Amados, si Dios nos amó tanto, nosotros también estamos obligados a amarnos unos a otros. Nadie ha visto a Dios en ningún momento. Aun así, si nos amamos unos a otros, Dios vive en nosotros, y Su propio amor es perfeccionado en nosotros. Por este estándar sabemos que estamos viviendo en Él, y Él está viviendo en nosotros: por Su propio Espíritu, el cual nos ha dado.… Y hemos conocido y hemos creído el amor que Dios tiene hacia nosotros. Dios es amor, y aquel que vive en amor está viviendo en Dios, y Dios en él.
“Por esta relación espiritual, el amor de Dios es perfeccionado dentro de nosotros, para que podamos tener confianza en el día de juicio porque incluso como Él es, así también somos nosotros en este mundo. No hay temor en el amor de Dios; sino, el amor perfecto echa fuera el temor porque el temor tiene tormento. Y aquel que teme no ha sido perfeccionado en el amor de Dios. Nosotros lo amamos porque Él nos amó primero” (I Juan 4:9-13, 16-19).
El amor de Dios es más que emoción, aunque la emoción está involucrada. A través del Espíritu Santo, nuestro amor a Dios es dinámico y produce frutos. El amor de Dios en nosotros se perfecciona al vivir el camino de vida de Dios. Jesús dijo: “Si Me aman, guarden los mandamientos—a saber, Mis mandamientos” (Juan 14:15). Juan confirmó esto: “Por este estándar sabemos que amamos a los hijos de Dios: cuando amamos a Dios y guardamos Sus mandamientos. Porque este es el amor de Dios: que guardemos Sus mandamientos; y Sus mandamientos no son pesados” (I Juan 5:2-3).
Debido a que los engañadores se habían infiltrado en las iglesias de Dios en su tiempo con falsas doctrinas y enseñanzas del anticristo, los escritos de Juan son fundamentales para nosotros hoy en la restauración del cristianismo original. En la breve Epístola de II Juan, encontramos verificación de que el amor de Dios, la observancia de los mandamientos y la verdad van de la mano y son claves espirituales vitales.
Por eso necesitamos estar profundamente arraigados en la Palabra de Dios y en el amor de Dios. Note lo que Juan escribió: “Me alegro sobremanera de que he encontrado entre sus hijos aquellos que están caminando en verdad, exactamente como recibimos mandamiento del Padre. Y ahora le ruego, señora, no como si le estuviera escribiendo un nuevo mandamiento, sino eso que hemos observado desde el principio, que nos amemos unos a otros [cristianismo original].
“Y este es el amor de Dios: que caminemos de acuerdo a Sus mandamientos [cristianismo original]. Este es el mandamiento, exactamente como lo oyeron desde el principio [cristianismo original], para que pudieran caminar en él. Porque muchos engañadores han entrado en el mundo—aquellos que no confiesan que Jesucristo está viniendo en la carne. Este es el espíritu del engañador y el anticristo.
“Cuídense por sí mismos para que no podamos perder las cosas que hemos logrado, sino que podamos recibir una recompensa completa. Cualquiera que transgrede y no continúa en la doctrina de Cristo no tiene a Dios. Pero aquel que continúa en la doctrina de Cristo [cristianismo original] tiene a ambos, al Padre y al Hijo” (II Juan 4-9).
Los mensajes de Juan abarcan todo lo que Dios quiere que creamos y hagamos. Por otro lado, el “cristianismo” ortodoxo de este mundo, bajo el engaño de Satanás y el espíritu del anticristo, no tiene al Padre ni al Hijo. Su mezcla de verdad y error, su rechazo del Sábado y los días santos de Dios, su devoción a un amor falsificado de Dios—todo es un duplicado exacto de lo que Juan y los hermanos estaban experimentando durante su tiempo.
Una vez que comprendamos la simplicidad de esto—el amor de Dios, observancia de los mandamientos, del Sábado y de los días santos—podremos comprender la verdad de Dios. Podemos estar restaurando el cristianismo original en nuestras vidas—como escribió Juan: “Aquel que continúa en la doctrina de Cristo tiene a ambos, al Padre y al Hijo”.
A través del sacrificio de Cristo, Dios nos ha reconciliado consigo mismo personalmente. Pablo escribe: “Y todas las cosas son de Dios, Quien nos ha reconciliado para Sí mismo a través de Jesucristo, y nos ha dado el ministerio de reconciliación” (II Corintios 5:18). Esto nos da acceso directo a Dios el Padre, con Su Espíritu Santo dentro de nosotros, a través de la oración personal y el estudio de la Biblia: “Y para poder reconciliar ambos [judíos y gentiles] a Dios en un cuerpo a través de la cruz, habiendo matado la enemistad [de las religiones humanas y de la naturaleza humana] en ella. Entonces cuando vino Él, predicó el evangelio—paz a ustedes quienes estaban lejos y a aquellos que estaban cerca. Porque a través de Él tenemos ambos acceso directo por un Espíritu al Padre” (Efesios 2:16-18).
El engaño universal: En los últimos días de los apóstoles, la Iglesia misma estaba siendo envuelta en falsas enseñanzas y un “universo de engaño” (I Juan 4:6). Estamos experimentando lo mismo hoy, ¡pero en una escala mucho mayor! De hecho, el “misterio de ilegalidad” está ahora plenamente desarrollado en todo el mundo como sistema religioso. En el libro de Apocalipsis, Dios llama a todo este sistema de religión y gobierno “BABILONIA LA GRANDE”. Su fuente es Satanás el diablo, quien está engañando activamente al mundo entero en casi todos los aspectos de la vida—cada institución, cada gobierno y cada religión (Apocalipsis 12:9).
Hoy, esta “Babilonia la Grande” es aún más intensiva, más invasiva y más opresiva debido a la tecnología avanzada y a nuestros medios modernos—incluida la inteligencia artificial. Afecta a todas las naciones. Justo antes del regreso de Jesús, este vasto sistema religioso y gubernamental abarcará el mundo entero. Juan lo describe de esta manera: “Y después de estas cosas vi un ángel descendiendo del cielo, teniendo gran autoridad; y la tierra fue iluminada con su gloria. Y gritó poderosamente con una gran voz, diciendo, “Babilonia la Grande esta caída, esta caída, y se ha convertido en habitación de demonios, y una prisión de todo espíritu impuro, y una prisión de toda ave impura y odiada; porque TODAS LAS NACIONES se han emborrachado del vino de la furia de su fornicación, y los reyes de la tierra han cometido fornicación con ella, y los comerciantes de la tierra se han vuelto ricos a través del poder de su lujo.”
“Y escuché otra voz desde el cielo, diciendo, “Sal de ella, pueblo Mío, para que no tengas parte en sus pecados, y no recibas de sus plagas, porque sus pecados han llegado tan lejos como el cielo, y Dios ha recordado sus iniquidades. Háganle a ella como ella les ha hecho a ustedes; y denle el doble, incluso de acuerdo a sus obras. En la copa que ella mezcló, devuélvanle el doble. Al grado que ella se glorificó a sí misma y vivió lujosamente, denle tanto tormento y pena. Porque dice en su corazón, ‘Me siento una reina entronada, y no soy viuda; y en ninguna forma experimentaré pena.’ Por esta misma razón, sus plagas vendrán en un día—muerte y dolor y hambre; y será quemada con fuego; porque el Señor Dios, Quien ejecuta juicio sobre ella, es poderoso. Entonces los reyes de la tierra quienes han cometido fornicación con ella y han vivido lujosamente, llorarán y lamentarán por ella, cuando vean el humo de su quema” (Apocalipsis 18:1-9).
Así es como debemos predicar la restauración del cristianismo original—¡para hoy! Salir de “Babilonia la Grande”—¡las costumbres satánicas de este mundo! ¡Arrepentirse! ¡Volver a Dios! ¡Jesucristo pronto regresará a esta tierra! ¡El Reino de Dios está cerca!
Hermanos, en nuestra propia vida, necesitamos acercarnos a Dios en oración diaria y sincera y en el estudio de Su Palabra—para que podamos crecer en gracia y conocimiento y siempre estar venciendo. Damos gracias a Dios el Padre diariamente por Su bondad y misericordia; damos gracias a Jesucristo diariamente por Su fortaleza y guía mientras vive en cada uno de nosotros. Les damos gracias por su continuo amor y fidelidad a Dios y a los demás. Les agradecemos sus oraciones por nosotros y por todos los hermanos, y su fidelidad con los diezmos y ofrendas. Oramos que Dios continúe bendiciéndolos y velando por ustedes—y les conceda la protección de Sus ángeles en estos tiempos difíciles. Oramos continuamente por su salud y su sanidad—y por que el amor y la gracia de Dios estén con ustedes en todas las circunstancias.
Con amor en Cristo Jesús,
Fred R. Coulter
FRC